DEJO IR Y DEJO QUE DIOS ABRA MI MENTE YCORAZÓN PARA RECIBIR.
Cuando enfrento retos, recuerdo “dejar ir y dejar a Dios actuar”. Así como las manos abiertas y vacías están libres para recibir, al dejar ir aquello a lo que he estado aferrado en conciencia me vuelvo libre y receptivo al Espíritu.
Dejo ir la preocupación, y acojo la claridad de pensamiento. Dejo ir el cómo las cosas “deberían” ser, y abro mi mente y mi corazón para recibir lo que es. Dejo ir la prisa y la impaciencia, y afirmo que tengo el tiempo y la energía para hacer lo que debo hacer.
Dejo ir el resentimiento y la culpa, y Dios se expresa por medio de mí como gratitud. Me libero de la ira y del disgusto, y Dios se demuestra como gozo. Me libero de la confusión, y Dios revela paz. Suelto, dejo ir y permito que Dios sea Dios en mi vida.